
UNA TRISTE VISITA
“Ayer yo visité la cárcel de Sing Sing y en una de sus celdas solitarias, un hombre se encontraba arrodillado al Redentor: piedad, piedad de mí, mi Gran Señor.”
Alci Acosta, La Cárcel del Sing-Sing
“Ayer yo visité la cárcel de Sing Sing y en una de sus celdas solitarias, un hombre se encontraba arrodillado al Redentor: piedad, piedad de mí, mi Gran Señor.”
Alci Acosta, La Cárcel del Sing-Sing
Por Gabriel Rey
La cárcel, un lugar al que todos le tenemos repudio y más que eso, miedo. Pero era hora de “desmitificar” todo aquello que pensábamos e imaginábamos; no es una entrada a éste lugar, no. Es una visión tal vez más periférica del ámbito carcelario en Colombia. Las visitas.

El sábado es la visita de los hombres y el domingo la de las mujeres ola llamada visita conyugal. Las medidas de seguridad son extremas, por algo no se han presentado en muchos años revueltas o trifulcas que eran pan diario de este reclusorio. Pero así como son de extremas, son denigrantes sobretodo para las mujeres.
Los hombres son requisados, pasan por una maquina de rayos x para saber si llevan armas ó drogas. Hasta ahí todo va bien. El problema radica en la exageración de ciertos controles, cosa que hace que el sistema del rebusque colombiano salga a flote. Lo primero que se revisa es una foto y la fotocopia de la cédula, el segundo, no se puede entrar ningún tipo de dinera, ni monedas ni billetes, cualesquiera sea su denominación. Los zapatos y las medias

El domingo es otra cosa, tal vez lo más tétrico de este trabajo de campo.
Ya es domingo, son casi las ocho y quince de la mañana y llegamos a las afueras de la cárcel. Hasta donde me alcanzaba la vista, veía gente, parada, charlando, comprando comidas. Hay separadores de Coca-Cola en la entrada por la calle, sobre la carrera. La entrada, por donde para la fila tiene las características mallas verdes de construcción, en un vasto terreno, hasta allí caminamos y hasta allí llegaba una parte de la fila. En la calle inmediatamente siguiente, se hace una especie de zig-zag y continúa la fila hasta la doble vía que hay a una cuadra del reclusorio.
Hay mujeres, con niños, en chanclas y con colchonetas, recogiéndolas ya que la noche anterior desde

El comercio también se hace notar, no tanto como en la visita de los hombres pero si hay una presencia. Algo inusual nos encontramos en los alrededores. Una ONG, cuyo propósito es ayudar a los presos y a sus familiares a sobrellevar la pena; nos contaron también que ellos ayudan a los presos, con clases de mecánica y otras materias, para que cuando cumplan su condena sean personas útiles a la sociedad. ¿Podemos entonces ayudar a los presos o mejor, ayudar a no hacer el hacinamiento mayor de lo que ya es?
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